12/08/2015 Por Fundación TTM

Si quieres, puedes¡ – Enrique Sánchez Estrada

Hola a todos, me llamo Enrique Sánchez Estrada, soy de Córdoba y tengo 36 años.

Mi vida es de lo más normal, tiene logros de los más normales, éxitos de lo más cotidianos, pero con la dificultad añadida de que a cualquier logro conseguido (por pequeño que fuera) siempre encontraba por medio la barrera de la tartamudez que tenía que superar.

No sé exactamente a que edad empecé a tartamudear, pero fue a partir de los 9 o 10 años cuando comencé a ser consciente de ello. Los estudios los iba sacando, pero el miedo a tartamudear se incrementaba curso tras curso en clase, sobre todo dependiendo del profesor que tuviera, ya que según la asignatura ese miedo era mayor o en cambio casi no existía. Fue en esa etapa cuando empecé a darme cuenta de como la personalidad de los demás podía influir muy intensamente en la mía por culpa de la tartamudez la cual se estaba convirtiendo en un miedo constante.

Mi primer obstáculo importante de verdad vino en la universidad. Mis padres se trasladaron a Córdoba por trabajo y yo dejé mis amistades de toda la vida y me vi obligado a integrarme en otros grupos de gente, lo cual suponía empezar de nuevo a buscar su aceptación. Lo pasé mal, fue posiblemente la época en la que más intenté ocultar mi tartamudez, evitando palabras y hablando lo menos posible con todo el mundo. Fue cuando empecé a pensar que debido a la tartamudez me costaría encontrar trabajo y quizás por eso empecé a trabajar en cualquier oportunidad que me surgió. Pero en vez de dejar que el miedo me bloqueara, iba poco a poco enfrentándome a él y a situaciones cada vez más complejas.

Primero fui a una entrevista de una empresa de comida rápida. Mi finalidad no era realmente trabajar, sino comprobar si era capaz de pasar una entrevista de trabajo por simple que fuera, y así fue, porque fui uno de los seleccionados. Al poco tiempo fui a una entrevista de una empresa de mensajería de publicidad y también me admitieron, pero al cabo de dos meses renuncié a ese puesto porque el trabajo me resultaba poco motivador y además me costaba mucho compaginarlo con mis estudios. Mi tercer trabajo fue en Menorca, gracias a un amigo que ya trabajaba allí. Dejar mi vida en Córdoba y marcharme fue una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Con esta elección miré a la tartamudez de frente, dejando atrás a mi familia, mi tierra, y me planté allí… presentándome al jefe con el que previamente había hablado por teléfono y conociendo a muchos compañeros y compañeras que me presentaban de golpe en un mismo día. Esto que para cualquier persona puede ser medianamente simple, para mí fue un logro total del cual me sentí y me siento muy orgulloso.

Aquella experiencia supuso tanto para mi que dos veranos más tarde volví a ir a Menorca justo cuando terminaba los estudios, a pesar de la oposición de mis padres, a pesar de que no tenía necesidades económicas, a pesar de que iba a trabajar los siete días de la semana durante todo el verano después de un duro curso universitario. Nadie lo entendía en mi entorno, pero marcharme era mi forma de enfrentarme a la tartamudez cara a cara. Allí llegué a conocer otro Enrique, absolutamente nadie prestaba demasiada atención a mi tartamudez, incluso yo no me reconocía como persona con tartamudez. No pensar en ella, no darme cuenta de que existía, me dio mucha libertad, siendo una etapa feliz y completa de la que todavía conservo grandes amigos.

En octubre del 2003 empecé a trabajar en la empresa en la cual me encuentro actualmente. En esta empresa sí lo pasé peor, sobretodo en un principio, ya que en mi trabajo actual hay que hablar mucho y con muchas personas diferentes. Fue verdaderamente duro, pero sabía que no me podía rendir, sabía que no podía dar media vuelta y renunciar, sabía que eso sería una derrota de mi persona y una victoria del miedo.

En octubre de este año haré doce años en esta empresa. Actualmente soy responsable de uno de los departamentos de la misma en la delegación de Córdoba desde hace cuatro años, hablo por teléfono todos los días, me reúno con muchas personas diferentes, enfrento opiniones y muchos días sigo sintiendo miedo, pero ese miedo ya no achica mi personalidad, ya no me hace más vulnerable, ya no me hace más débil, no me hace sentirme inferior. A ese miedo me enfrento y es él y esas ganas que tengo de derrotarle, lo que hace infinito mi límite.

Mi consejo para cualquier persona que tartamudee es que se enfrente a los miedos que la tartamudez provoca y que nunca rechace cualquier oportunidad que la vida le ofrezca por miedo a tartamudear. “Jamás te rechaces a ti mismo”. Si te encuentras con una oportunidad agárrate a ella y que pase lo que tenga que pasar,  pero jamás te rechaces a ti mismo. ACÉPTATE. Nunca es tarde para enfrentarnos a nuestros miedos.

Mi consejo: “Nunca os calléis por miedo a tartamudear, nunca”.

Un abrazo a todos

Enrique Sánchez Estrada

image